La Bioética

La Bioética

INTRODUCCIÓN

Cuando hablamos de bioética, hablamos de un tema moderno, actual, que va tomando impulso a nivel mundial

LA BIOÉTICA EN EL PENSAMIENTO POST-MODERNO

     Introducción

Cuando hablamos de bioética, hablamos de un tema moderno, actual, que  va tomando impulso a nivel mundial y que día a día va grabándose más en la mente de los hombres. Enciclopedias, libros, publicaciones diversas, páginas web, licenciaturas, maestrías y doctorados, que tienen como centro de estudio a la bioética; así lo ha referido, también, la Doctora Juliana González Valenzuela “con el título de bioética o con otros afines se han publicado y se publican día a día, y en cualquier parte del planeta, innumerables libros y artículos. Se editan enciclopedias en los distintos idiomas; se abren páginas web y portales en internet; se celebran congresos, foros y toda clase de encuentros y debates de bioética. Se fundan centros, institutos, sociedades. Se realizan incontables investigaciones en temas y problemas bioéticos”1.

¿A qué se debe ésta expansión extraordinaria por los temas bioéticos? Según diversos autores, entre los que destacan la citada Juliana González, el surgimiento, como ciencia, de ésta área de estudio es a principios de los años 70”s. Coincidentemente, también, encontramos en la misma década según Jean Francoise Lyotard2 el surgimiento del pensamiento postmoderno cuya característica principal es la crisis del sentido de la vida3 y se representa por la era del vacío, según Gilles Lipovetsky. ¿cómo, entonces, hacer compatibles dos sucesos que más que encontrarse se confrontan en tanto, que uno pretende estudiar al hombre y sus problemas de vida a través de la percepción ética y el  otro nos lleva a plantear el vacío del pensamiento o el pensamiento débil así como una ética interpretativa?

¿Es posible entonces encontrar conceptos éticos que sostengan a la bioética dentro del pensamiento postmoderno? En este ensayo, encontraremos la posibilidad de coexistencia entre bioética y pensamiento postmoderno para las nuevas generaciones.

La bioética entendida como la rama de la ética que se ocupa de promulgar, estudiar y sostener la conducta correcta del humano respecto a la vida4,  como disciplina es relativamente nueva, en la época de los 70”s surge conscientemente como actividad científica sin olvidar que, tal vez, el evento detonante para entender e investigar sobre el valor de la vida y sus repercusiones fue el holocausto judío del que surge, sólo por ejemplificar, el Código de Nuremberg de 1947 emitido por el Tribunal Internacional de Nuremberg que acota tajantemente los experimentos médicos permitidos; fundando principios éticos que deberán ser tomados en cuenta para experimentos en humanos; abriendo el camino para que en los años 70”s surja formalmente la bioética en la persona de Van R. Potter 5 pero, coincidentemente, también es en la década de los 70 cuando diversos pensadores formulan la idea del pensamiento postmoderno. Destacando Charles Jenks, quien desde su opinión precisa el inicio de la postmodernidad con día y hora, mediante su conocimiento en la arquitectura asegura que el pensamiento postmoderno llegó el 15 de Julio de 1972 a las 3:32 de la tarde en el instante mismo de la destrucción del conjunto habitacional Pruitt-Igoe, símbolo de la arquitectura modernista abriendo la era del pensamiento postmoderno con autores como Lipovetsky, Vattimo, Michel Foucault, Jean Baudrillard, Jean Francoise Lyotard y, el español,  Fernando Savater quien ha considerado, que la ética postmoderna, consiste en “hacer lo que quieras”6.

De tal manera, encontramos una confrontación notoria entre los principios fundamentales de la bioética que se sostienen en la ética como actos humanos que se rigen por la universalidad y la necesidad.  En tanto, que el pensamiento postmoderno se relaciona con síntomas del malestar cultural actual y la crisis a través de las ideas, encontrando una reticencia, incluso abominación, por los fundamentos o la fundamentación por que ello hace fácil percibir cierto olor a fundamentalismo 7; de tal suerte, que el pensamiento postmoderno como rechazo a la decadencia cultural de la modernidad ha formado una repulsión al racionalismo y cientificismo positivista que destruye los principios y paradigmas filosóficos fundantes de la ética misma dejando un horizonte intelectual y cultural en estado de crisis. Así, se puede asegurar entonces que la postmodernidad desconfía por completo de la razón y de la ciencia acabando con los mitos o como lo ha llamado Lyotard “la culminación de los metarelatos”. El mito del progreso, el mito de la filosofía religiosa son los principales ejes de la percepción con la que se sostiene la ética y al poner en duda estos principios por ende, se encuentra endeble la base de la ética postmoderna. Tal ha sido este enfrentamiento que han sido diferentes los foros, congresos y discusiones filosóficas que pretenden encontrar el nuevo sustento a la ética postmoderna; el ejemplo, para el que escribe, más significativo ha sido el debate sostenido entre dos mentes sobresalientes: Joseph Ratzinger y Jurgüen Habermas.

 

6 SAVATER, Fernando. Ética para Amador, apuntes para la ética postmoderna. Editorial Grijalbo, Madrid, España, 1996, pág. 20

7 RIVAS, García, Ricardo M. Ensayos críticos sobre la postmodernidad, Editorial UIC, AC, México, 2012, pág. 10

De este debate se elaboró la edición del opúsculo denominado “Entre razón y religión dialéctica de la secularización”. Dicha confrontación intelectual se desarrollo en la Academia Católica de Baviera el 19 de enero del 2004 en donde se reunieron dos grandes exponentes del pensamiento filosófico: Habermas, conocido partidario del laicismo, y Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y actual Papa Emérito, representando de manera clara el pensamiento racional, laico y liberal, del primero, y el pensamiento de la fe católica y los dogmas sustentantes de la verdad revelada, del segundo. En este esfuerzo dialéctico podemos encontrar claras muestras de ésta lucha entre la preservación de la vida y el pensamiento liberal ajena a los principios fundantes de la ética e incluso alejada racionalmente  de la solidez Kantiana de los principios categóricos formando una ética móvil, transversal, variable o como lo ha señalado Vattimo “una ética interpretativa” derivada del pensamiento débil, la inexistencia de verdades, la crisis del sentido de la vida que llevan irremediablemente a contextos particulares bajo intereses determinados.

Se puede decir, entonces, que el pensamiento postmoderno ha llevado a la ética a fundamentos sin fundamento y, consecuentemente, a poner en duda cualquier planteamiento bioético. Max Weber definió a la modernidad como no sólo el periodo de la historia de occidente sino como el largo proceso de secularización respecto de cosmovisiones religiosas y metafísicas a lo que llamó “el proceso del desencantamiento del mundo”8, posición que ha propiciado la conciencia postmoderna que ha dejado el esfuerzo de entender los supuestos éticos de la postmodernidad, la desconfianza de los discursos de totalidad  y homogeneizantes que pudieran legitimar la ética. De tal manera, que la postmodernidad es una consecuencia lógica del rompimiento con los principios básicos, anquilosados y decadentes, de la modernidad dejando al descubierto y sin elementos fuertes de cohesión el pensamiento sólido postmoderno que hace difícil, por ende, elementos cohesionantes para la bioética. Siendo una tarea ardua y difícil identificar lo valioso para la vida; lo ético se convierte entonces en humo, en frases sin bases sólidas, sin motores de acción, sin valores en sí mismo lo que da un carácter meramente hipostático a la vida como si esta estuviera referida a sí misma y justificada en sí misma, así lo ha señalado Fernando Savater al asegurar: “lo valioso es vivir y todo lo que resulta parcialmente valioso dentro de la vida gana este aprecio porque mantiene, consolido o intensifica nuestro vivir”. Esta percepción nos coloca en un escenario auténticamente dionisíaco, nihilista, falto de sentido en sí, donde sólo resulta valido la confirmación del yo y la autojustificación ética del acto en sí; arrojando al hombre a una imposible jerarquización de las nociones éticas, empujando al acto humano hacia lo que se quiere y se puede hacer en ser sin que exista ningún tipo de deber ser.

 

Es entonces aquí donde debemos preguntarnos si la ética postmoderna no es ya una ética en crisis poniendo en duda las instituciones fundamentales, familia, iglesia, justicia, Estado, fe; colocando al capitalismo como símbolo de éxito, prosperidad y felicidad, donde ser es tener, consumir, presumir, ostentar; basando la identidad en relación a las adquisiciones de consumo reforzando más el incremento de imagen que aparenta definir lo que se es dejando de lado a lo que realmente es. Hoy el objeto de adoración no es el ser ni su trascendencia  sino la negación de ser.

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